Gafas. Las amamos y las odiamos, son esas ventanas que dan perspectivas a nuestra miopía o ventanas a nuestra hipermetropía, fueron quizá esa amarga condena en nuestra infancia o ese recurso que a día de hoy, nos da un aire de irresistible atractivo al que no vamos a renunciar por las lentillas.
¿Eres un hombre o una mujer pegado a unas gafas? Entonces no te pierdas este artículo, al fin y al cabo, tal y como nos dicen las estadísticas, todos nosotros necesitaremos en algún momento de nuestra vida, esas fieles aliadas para nuestra mirada, para esos ojos donde se esconde nuestra alma y nuestras ansias por interactuar con el mundo, y si es a través de unos cristales…¡Mucho mejor!
¿Empezamos?
1. Ese momento de tu infancia en que te dijeron que necesitabas gafas
Los profesores ya se lo señalaban a tus padres “este niño está despistado y no mira la pizarra”. Fue entonces donde te llevaron a ese lugar “maldito” donde un señor te puso en una máquina tipo Star Trek en los ojos, para después, llevarte una pantalla donde te pidió que le indicaras qué letras veías.
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De nada te valió el que te las inventaras, el que las echaras a suertes para ver qué pasaba. El especialista habló con tus padres y te colocó sin preguntarte si quiera, unas buenas gafas con las que parecías un mochuelo. No importaba que las monturas llevaran tu color favorito, lo peor llegaría sin duda al día siguiente, justo cuando fueras al colegio y pertenecieras tú también “al club de los que llevan gafas”.
Y ahora dinos ¿eras tú también de los que se escondían las gafas cuando llegaban al colegio y se las ponían al llegar a casa?
2. ¿Por qué les sientan tan bien las gafas a los modelos de los anuncios?
Es una terrible condena, buscas las gafas último modelo, las más fashion, te las pones esperando parecerte a ese modelo que tienes en frente en la óptica y descubres que no, que no hay manera. Sigues siendo tú mismo “pero con gafas”.
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No obstante, hay algo que nunca falla, cuando llegas a casa tus padres y tus abuelos te indican que te sientan fenomenal, que estás muy atractivo/a, mientras tu asientes con la cabeza pensando si, quizá, no hubiera sido mejor coger otro tipo de montura.
3. Ese día en que por fin te compras las lentillas para abandonar las gafas y descubres que…
Todos lo hemos pasado. Puede que lleves con gafas desde los 8 años, que tu miopía no haya menguado con los años, sino que haya aumentado para tu desesperación, así que finalmente llega ese día en que por fin logras ahorrar para comprarte las lentillas y descubres que… ¡Que las gafas son mucho más cómodas!
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Hay quien coge muy rápido el tema de las lentillas y no le supone complicación alguna, sin embargo, hay otros para quien es poco más que una tortura tener que ponérselas cada mañana, retirárselas por la noche, o cuidar de no tocarse mucho los ojos para que esa lentilla no “vuele” hacia el café de su pareja…
4. Cuando alguien te dice que estás increíblemente sexy con gafas
Llevas con gafas desde pequeño. Te has graduado con gafas, has aprendido a conducir con tus gafas, las has odiado durante mucho tiempo pensando que te hacían parecer demasiado intelectual, hasta que de pronto, llega un día en que dejas de darles importancia. Forman parte de ti, te levantas, te pones las gafas, te vistes, te peinas y sales a la calle tranquilo/a porque tienes un estilo propio con el que te identificas…
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Es entonces cuando de pronto aparece alguien y te mira con una pícara sonrisa… “Oye, ¿sabes que esas gafas te hacen muy atractivo/a?” Es entonces cuando agradeces tus 5 dioptrías, todas las peleas con tus padres para que te las pusieras, todas esas horas en la óptica probando diferentes modelos. ¿Por qué no? Uno también puede ser muy sexy utilizando gafas.
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